La abeja que se encarga de repartir el boletín mensual en vuestros buzones, aparece en este cuento de los Hermanos Grimm, en el que se refleja la importancia de respetar a todos los bichos, por pequeños que nos parezcan.
Vivían hace mucho, mucho tiempo, tres hermanos a los que su padre anunció un día:
- Ya sois mayores, y es hora de que emprendáis el camino de vuestra propia vida: marchad pues, con mi bendición.
De esta manera abandonaron el hogar, los dos mayores y el pequeño, a quien todos llamaban “Bobo”, más por su buen corazón y ternura que por su falta de luces.
Aún no se habían alejado demasiado cuando vieron un hormiguero. Los dos hermanos mayores pensaron que sería divertido introducir paja ardiendo en el mismo, por ver cómo las hormigas ponían a salvo a las larvas, pero el menor se opuso:
- No las molestéis, es un daño innecesario y no sacaréis provecho de ello.
- Eres bobo, hermano mío - contestó uno de ellos -. Pero afortunadamente, desecharon la idea y siguieron avanzando.
Al llegar a un estanque descubrieron una familia de patos nadando apaciblemente:
- ¡Coged piedras! Cenaremos patos asados esta noche - alentó a los otros el hermano mediano.
- ¡No! - Gritó el menor - Tenemos pan y queso para cenar, no es necesario que matéis a los animalillos.
- Eres un bobo y un aguafiestas, hermano - Dijeron los dos mayores, y continuaron su camino a regañadientes.
Avanzando por el bosque encontraron un árbol del que colgaba un enorme panal lleno a rebosar de miel. Esta vez, los dos hermanos mayores coincidieron en acercar un palo en llamas para poner en fuga a las abejas y robar la rica miel.
- ¡Por favor, no lo hagáis! - Exclamó el pequeño de los hermanos - tenemos suficiente miel para nuestras tostadas.
- Hermano mío, además de bobo, eres aburrido. - Dijo el mediano antes de continuar andando.
Más adelante, los tres hermanos encontraron una fortaleza de piedra. Las cuadras, también de piedra, estaban abiertas, y al mirar dentro, vieron a los caballos ¡que también estaban convertidos en piedra! Se acercaron a la puerta principal y al llamar les recibió un anciano que les explicó el motivo:
- Este castillo tiene una maldición: sólo se romperá si se superan tres pruebas, y el que lo logre podrá desposar a la princesa heredera. Pero si fracasa, quedará convertido en piedra.
- La primera prueba consiste en recoger por la noche las mil perlas del collar de la princesa, que fue roto en el bosque - dijo el hombre.
Y allá fue el hermano mayor, pero al amanecer, quedaban aún muchas perlas por encontrar, y se convirtió en una esta
Bobo, el hermano pequeño, también decidió arriesgarse, y cuál no sería su sorpresa al comprobar que las hormigas que había salvado aquel día le ayudaban trayendo todas las perlas que encontraban.
Cuando se las entregó al viejo del castillo, éste le anunció la segunda de las pruebas:
- Las llaves de los aposentos reales están en el Lago Turbio: debes encontrarlas y traerlas.
Partió Bobo hacia el lago con la intención de bucear hasta dar con ellas, pero aún no se había mojado la cabeza cuando vio que un pato, agradecido por haber evitado que se lo comieran asado, le traía las llaves en el pico.
El muchacho, sonriendo, volvió al castillo, donde el anciano, después de abrir las habitaciones donde se encontraban las princesas, le encargó la tercera prueba:
- Sólo si averiguas cuál de las princesas tomó miel antes de dormir, quedará roto el hechizo.
Bobo miró y volvió a mirar a las princesas de piedra, pero no conseguía distinguir cuál de ellas había tomado miel. Y de pronto, una abeja, revoloteando, se posó sobre los labios de la más bella, y después sobre la mano del muchacho.
- Ésta es, sin duda - dijo reconociendo a la reina de las abejas a las que había salvado de las travesuras de sus hermanos.
Y en medio de un gran estruendo, el conjuro quedó roto.
Todo en el castillo volvió a su estado normal, también los hermanos de Bobo recuperaron su naturaleza humana, y se casaron con las hermanas de la princesa heredera. La celebración de la boda de Bobo y la bella princesa duró tres días y tres noches, y nadie se quejó de los patos, hormigas y abejas invitados a la boda.
Vivían hace mucho, mucho tiempo, tres hermanos a los que su padre anunció un día:
– Ya sois mayores, y es hora de que emprendáis el camino de vuestra propia vida: marchad pues, con mi bendición.
De esta manera abandonaron el hogar, los dos mayores y el pequeño, a quien todos llamaban “Bobo”, más por su buen corazón y ternura que por su falta de luces.
Aún no se habían alejado demasiado cuando vieron un hormiguero. Los dos hermanos mayores pensaron que sería divertido introducir paja ardiendo en el mismo, por ver cómo las hormigas ponían a salvo a las larvas, pero el menor se opuso:
– No las molestéis, es un daño innecesario y no sacaréis provecho de ello.
– Eres bobo, hermano mío – contestó uno de ellos -. Pero afortunadamente, desecharon la idea y siguieron avanzando.
Al llegar a un estanque descubrieron una familia de patos nadando apaciblemente:
– ¡Coged piedras! Cenaremos patos asados esta noche – alentó a los otros el hermano mediano.
– ¡No! – Gritó el menor – Tenemos pan y queso para cenar, no es necesario que matéis a los animalillos.
– Eres un bobo y un aguafiestas, hermano – Dijeron los dos mayores, y continuaron su camino a regañadientes.
Avanzando por el bosque encontraron un árbol del que colgaba un enorme panal lleno a rebosar de miel. Esta vez, los dos hermanos mayores coincidieron en acercar un palo en llamas para poner en fuga a las abejas y robar la rica miel.
– ¡Por favor, no lo hagáis! – Exclamó el pequeño de los hermanos – tenemos suficiente miel para nuestras tostadas.
– Hermano mío, además de bobo, eres aburrido. – Dijo el mediano antes de continuar andando.
Más adelante, los tres hermanos encontraron una fortaleza de piedra. Las cuadras, también de piedra, estaban abiertas, y al mirar dentro, vieron a los caballos ¡que también estaban convertidos en piedra! Se acercaron a la puerta principal y al llamar les recibió un anciano que les explicó el motivo:
– Este castillo tiene una maldición: sólo se romperá si se superan tres pruebas, y el que lo logre podrá desposar a la princesa heredera. Pero si fracasa, quedará convertido en piedra.
– La primera prueba consiste en recoger por la noche las mil perlas del collar de la princesa, que fue roto en el bosque – dijo el hombre.
Y allá fue el hermano mayor, pero al amanecer, quedaban aún muchas perlas por encontrar, y se convirtió en una esta
Bobo, el hermano pequeño, también decidió arriesgarse, y cuál no sería su sorpresa al comprobar que las hormigas que había salvado aquel día le ayudaban trayendo todas las perlas que encontraban.
Cuando se las entregó al viejo del castillo, éste le anunció la segunda de las pruebas:
– Las llaves de los aposentos reales están en el Lago Turbio: debes encontrarlas y traerlas.
Partió Bobo hacia el lago con la intención de bucear hasta dar con ellas, pero aún no se había mojado la cabeza cuando vio que un pato, agradecido por haber evitado que se lo comieran asado, le traía las llaves en el pico.
El muchacho, sonriendo, volvió al castillo, donde el anciano, después de abrir las habitaciones donde se encontraban las princesas, le encargó la tercera prueba:
– Sólo si averiguas cuál de las princesas tomó miel antes de dormir, quedará roto el hechizo.
Bobo miró y volvió a mirar a las princesas de piedra, pero no conseguía distinguir cuál de ellas había tomado miel. Y de pronto, una abeja, revoloteando, se posó sobre los labios de la más bella, y después sobre la mano del muchacho.
– Ésta es, sin duda – dijo reconociendo a la reina de las abejas a las que había salvado de las travesuras de sus hermanos.
Y en medio de un gran estruendo, el conjuro quedó roto.
Todo en el castillo volvió a su estado normal, también los hermanos de Bobo recuperaron su naturaleza humana, y se casaron con las hermanas de la princesa heredera. La celebración de la boda de Bobo y la bella princesa duró tres días y tres noches, y nadie se quejó de los patos, hormigas y abejas invitados a la boda.
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